Somos marineros de un barco en el cual se ha conversado y discutido basado en la tolerancia, el respeto y la empatía. Pero este barco se está hundiendo.
Cada vez es más difícil comunicarse con personas que piensan distinto. Se forman grupos polarizados donde todos piensan de la misma manera, se burlan de los que tienen ideas contrarias y, en las redes sociales, quizás por estar protegidos por una pantalla, insultan a cualquiera que trate de plantear algo distinto, creando un gran oleaje de intolerancia que amenaza con hundir el barco de la discusión sana. Cada vez más gente habla como si fuesen los dueños de la verdad, cerrándose al diálogo y planteando sus ideas como absolutos. La soberbia en el planteamiento de ideas es cada vez mayor. No se permite contradecirlos, porque de lo contrario se es excluido y tratado como alguien que no merece respeto.
Así ha ocurrido en las discusiones de temas polémicos como el aborto y la teoría de ideología de género. Así ha ocurrido, también, en las manifestaciones por la educación. Y así ha ocurrido recientemente con manifestaciones e incidentes en la semana contra la homofobia, donde no solo se realizaron actividades que tenían por finalidad ridiculizar, sino que fue principalmente en las redes sociales donde se publicaron varias opiniones con comentarios despectivos. De esta forma, la tormenta de la intolerancia está hundiendo el barco.